martes, 27 de octubre de 2009

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El ojo en el vaso de agua está llorando, no de tristeza, sino de ansiedad.

El devenir. Mis recuerdos en una piscina, las fotos que flotan desvanecidas por la realidad; el color sepia del servicio mandado a hacer que se derrite en el agua como barniz: piscina contaminada, piscina- chapopote.

Me da risa la muerte que no es para siempre.

Hago de todo por hablar de la nostalgia, pero la nostalgia que hay en mí me parece falsa: piscinas, fotos, sepias. ¡Cuanto sería bello nadar con unas sepias!

Las sepias no son medusas.
Los pavos reales no son avestruces.

La historia de Adriana me prometí no contarla.
Adriana está casada desde hace 20 años. Un día se vuelve loca y el marido y los hijos la abandonan.
Adriana es espantosa, un molusco, dice mi mamá. Pero un primo de ella que vive en Acapulco se propone ayudarla, y así Adriana se vuelve un barman acrobático. "¿Y no has sabido nada de Adriana?" me pregunta mi mamá, "me quedé muy intrigada", dice.

Me gustaría sentir nostalgia por Adriana, pero de ella nunca me ha importado nada. En cambio, los colores, cuánto me resultan conmovedores, sobre todo los del cielo.

Ya se acerca la temporada de niebla.
Quanto è bella la nebbia nella mia città.
La mia città.