jueves, 26 de noviembre de 2009

8.




Ayer soñé con mi abuela, hace mucho que no la veía. Salía su rostro de un antro muy oscuro y entonces veía cómo el tiempo se lo había deformado. Formas redondas que antes no estaban ahí le brotaban de la barbilla de las mejillas y de la frente. También su maquillaje se había vuelto redondo, en especial el de los ojos. Su mirada era más dura que nunca, el arco de sus cejas más puntiagudo que nunca, los colores, rojos, como los de un payaso que se me hechaba encima. Y es que mi abuela es alta y pesada y yo baja y diminuta y cuando me habla doblo las rodillas hacia atrás. En el sueño me habló, y le salió una voz masculina, pero sobre todo sintetizada y, por lo mismo, retardada. Entonces me le acerqué a los ojos, la miré directamente, ya sin temor, para descubrir lo que le estaba pasando. Era importante descubrir lo que le estaba pasando. Para advertir a mi mamá. La abuela se dio cuenta, entonces echó los ojos para atrás y giró todo su cuerpo para no dejarse ver. No es la primera vez que se gira para no dejarse ver, también lo hace cuando encuentra gente que no quiere saludar. Cuando la cosa no es casual y uno la encuentra porque ha ido a buscarla, es imposible entonces que se gire y se pierda de vista en su antro oscuro. El antro oscuro es el lugar en donde trabaja. La abuela trabaja todavía, es divorciada y se maquilla mucho, pero no fuma y tampoco bebe. Es adicta sin embargo a varios fármacos, aunque no al nivel de Michael Jackson. Le miré por última vez esa nueva estructura craneal y pensé que estaba muriendo, que debía avisar a mamá.