Trinity - Pharmacology, Physiology, Pathology 2000
Damien Hirst
Tate Collection
Dentro de mí, en la boca del estomago, algo se mueve y quiere salir. Es como un conjunto de burbujas duras que se me inflan, pero no sé de qué, y luego desaparecen, sin reventarse, no sé porqué.
Mi figura está sentada en la barra de un bar cualquiera; estoy tomando un café. Las burbujas siguen su curso, pero nadie se da cuenta, solo yo lo sé.
Cierro los ojos y gusto el sabor amargo del café que unto sobre mi lengua; desde hace tiempo, este ejercicio de un segundo es lo único que me amarra a la tierra, tal vez no a mí, sino a todos los demás objetos representados en mi mente. Es como si me confundiera a mí misma con los conceptos de mi mente, no con los conceptos de mí misma, no con la mente misma.
Pero luego las burbujas ya no están. Las he perdido de vista. La gente y los instantes se empiezan a multiplicar en el mismo espacio de antes. El ruido. La luces se van volviendo rosas y yo las voy percibiendo tan solo pixel por pixel, veloces ellos también, que no acabo de asimilar el uno cuando ya se me va echando encima el otro, como acuarelas digitales en espacios tridimensionales que, sobrepuestas, van eliminando la transparencia, el paso del oxigeno. Y la gente pasa, y mi taza sigue ahí en mi mano, pero luego ya no, porque solita se le avienta a alguien y luego a alguien más y luego el plato y luego el vaso y todo aquello que llego a alcanzar a todo aquel que llega a pasar.
Un poco me siento mal. Bajo del banco y salgo del bar. Afuera todo es verde, y también blanco, como en una jornada sin sol en Paris. Y es que no llego a entender las burbujas de mi miedo de mi estomago porque a la gente no logro aprehender.