viernes, 2 de junio de 2017

Los puentes de Rimbaud


Les Ponts

Des ciels gris de cristal. Un bizarre dessin de ponts, ceux-ci droits, ceux-là bombés, d'autres descendant ou obliquant en angles sur les premiers, et ces figures se renouvelant dans les autres circuits éclairés du canal, mais tous tellement longs et légers que les rives, chargées de dômes, s'abaissent et s'amoindrissent. Quelques-uns de ces ponts sont encore chargés de masures. D'autres soutiennent des mâts, des signaux, de frêles parapets. Des accords mineurs se croisent et filent, des cordes montent des berges. On distingue une veste rouge, peut-être d'autres costumes et des instruments de musique. Sont-ce des airs populaires, des bouts de concerts seigneuriaux, des restants d'hymnes publics ? L'eau est grise et bleue, large comme un bras de mer. - Un rayon blanc, tombant du haut du ciel, anéantit cette comédie.

Los puentes

Cielos grises de cristal. Un extraño dibujo de puentes, éstos derechos, ésos rizados, otros descendiendo oblicuando en ángulos sobre los primeros,  y estas figuras renovándose en los otros circuitos alumbrados del canal, pero todos talmente largos y ligeros que las ribas, cargadas de domos, se bajan y se aminoran. Algunos de estos puentes están cargados todavía de casuchas. Otros sostienen mástiles, señales, frágiles parapetos. Acordes menores se cruzan, y vuelan, cuerdas suben riberas. Se distingue un saco rojo, tal vez más trajes e instrumentos musicales. ¿Son éstos aires populares, pedazos de conciertos señoriles, restos de himnos públicos? El agua es gris y azul, amplia como un brazo de mar. Un rayo blanco, cayendo de lo alto del cielo, aniquila esta comedia.

Arthur Rimbaud , Les Illuminations

lunes, 15 de mayo de 2017

El carrusel



El carrusel

Ella está agarrada de los nervios
que saltan en órbita sobre mí.
Miedo no tengo
pero, aquí quieto, ya estoy viendo espejismos.

Un conejo parado
sobre el fucil del viejo Giò encontré.
Lo salvé con dulces
pero me di cuenta luego de que se estaba riendo.

En los confines de una pieza
escuchas todo como en la corte el rey.
Y listas están ya mil naves que por mil mares
sarparán.

Me doy la vuelta y entonces la veo a ella en el puerto,
ella que ya me estaba espiando.
Fui un loco por querer enseñarle
a no robar el alma.

Y donde termina e inicia el mar
hay un lugar en el que quisiera
vender suavemente palabras al sol
con ella sobre mi carrusel.

Y si el viento fuerte del mar levantara la arena
contrataría también mi libertad.

El carrusel se ha vuelvo loco
y el aire quema.
Quisiera bajarme pero
la vuelta ha apenas comenzado
y el juego tengo que aceptar.

Pero si al final veré la otra orilla del mar,
¿a quién expulsaré de mi alma?

*

La giostra

Lei, aggrappata ai nervi miei
Che stan saltando in orbita su me
Paura non ne ho
Ma fermo qui miraggi vedo già

E un coniglio in sosta trovai
Sopra il fucile del vecchio Giò
Lo salvai con dolci e poi
Mi accorsi che rideva

Nei confini di una stanza
Ti senti tutto come a corte un re
E pronte mille navi per mille mari
Salperanno già

Poi mi giro e in porto c'è lei
Lei che mi stava spiando già
Pazzo che insegnarle vorrei
L'anima non rubare

E dove finisce comincia il mare
C'è un posto dove vorrei
Vendere piano parole al sole
Sulla mia giostra con lei

E se il vento forte del mare la sabbia alzerà
Contratterò anche la mia libertà

La giostra è impazzita
E l'aria brucia
Potessi scendere giù ma
La corsa è appena incominciata
E il gioco accettare dovrò

Ma se l'altra sponda del mare alla fine vedrò
Chi scaccerò via dalla mia anima





Del album The missing fireflies de La Locanda delle Fate








viernes, 12 de mayo de 2017

Resplandores



1. En la profunda noche, la luz resplandece sobre la humedad. Sale del bar un viejo con su perro, un tiempo un neurótico y testarudo, hoy un pobre hombre agotado. La presión acumulada, jamás evacuada, bien escondida en lo más esencial de sí, se ha vuelto inmóvil. Lleva una carta en la mano, llena del vital afecto de su hija. No la puede soltar. El nudo de la garganta se vuelve un muro hermético. El oxígeno se le detiene dentro. La mano con la carta se tuerce, luego el cuello, la cabeza, la espina dorsal. El cuerpo desaparece.

 2. Estoy con mi madre frente al mar. No hay nada más que el agua, el horizonte y el cielo. La atmósfera es una nebulosa que resplandece dorada, plateada, rosada. Era el alba. O el atardecer. No importa. No es ya, no es solo, materia de mi memoria. Es un algoritmo presente en cada filamento vibrante que compone la realidad. Es el amor puro que resuena en mi corazón: "Tengo miedo del mar. Porque ruge".
 -Rúgele.                                                                      
"Do not go gentle into that good night. 
 Rage, rage against the dying of the light. "
Dylan Thomas.

miércoles, 16 de junio de 2010

Despedida de Roma II



Después de haber sido devorado, todavía en el sueño, me desperté y vi que había dejado de llover. El día era claro, como una pantalla de luz, y el sol muy blanco. Si alzaba la mirada, muy alto veía las copas de los árboles, las unas sobre las otras que, entre un espacio y otro, dejaban filtrar unos finísimos pero potentes rayos de color azul. Ahora me encontraba en un bosque de árboles pesados, en una parte muy profunda de éste: nada que yo hubiera podido reconocer se veía a lo lejos.
   
Sobre uno de los árboles había una casita de madera rosa que brillaba por los millones de espejitos que tenía incrustados. No tenía puertas, ni por atrás ni por adelante, y una rama curvada la atravesaba. Yo estaba ahí dentro, suspendido en algún punto de la rama y cubierto por un  capullo de mariposa. Un frasquito de vidrio con una luz dentro que en ningún momento había dejado de brillar estaba colgando junto a mí y me protegía.
   
Mi cabeza reposaba. Eso era porque unos hombrecitos vestidos de obreros estaban trabajando sobre mí, como si de una obra de construcción se tratara. Tenían unas escaleritas de su tamaño con las cuales alcanzaban mi cabeza y mi garganta. Eran muchísimos, y trabajaban todos al mismo tiempo. De mi garganta sacaban unas redes para pescar completamente sucias de algas y otras cosas verdes; tiraban y tiraban, pero parecía que las redes no se acababan. En el área de la cabeza, en cambio, trabajaban los electricistas. Llevaban puestos unos cascos y unos guantes de protección amarillos y estaban intentando conectar unos enormes tubos de plástico blanco. Todo eso hacían los hombrecitos, mientras yo me reposaba.

Después de varios días, mi capullo empezó a moverse de un lado a otro hasta desprenderse de la rama. Hubo una larga caída y, cuando llegué al pie del árbol, se oyó un golpe crujir sobre las hojas secas que ahí abajo descansaban. Abandoné así, para siempre, la casita rosa de los millones espejitos.

Luego de unos segundos, salí disparado del capullo. Una vez en el aire, sentía que el viento frío me llevaba de un lado al otro, suavemente, con una ligereza muy particular. No podía caer. Las alas se me desplegaron en un proceso muy largo; mucho tiempo pasé suspendido con las alas de cada lado que me crecían y se alargaban infinitamente, a penas la fuerza del viento las jalaba. Mi voluntad no intervenía, aunque tarde o temprano habría tenido que aprender a volar. Así, hubo un momento en el que el viento dejó de soplar y, en automático, supe que debía dejar de pensar para poder continuar. Me puse a volar en círculos y luego en línea recta, hacia arriba y hacia abajo. Finalmente me posé sobre una hoja seca, ahí en donde había caído. La luz de la casita se apagó. Con los ojos cerrados y las alas preparadas hacía atrás, visualicé una curva perfecta como un círculo, apagué por segunda vez el cerebro y me puse a volar a toda velocidad.

Tuve un aterrizaje forzado. Mis alas se volvieron húmedas y se aplastaron como mermelada contra el asfalto. Pensé que las había perdido, y así fue. Cuando el movimiento de mi cuerpo debido al impacto cesó por completo, yo, enroscado, empecé a desplegarme. Mi espina se estiró y mis extremidades se abrieron. Todas las articulaciones de mi cuerpo empezaron a crujir, como si estuvieran rompiéndose, y yo sentía ese crujir en mi cuerpo, pero no me dolía. Una vez completamente estirado y abierto, descubrí que era un hombre. Mis músculos eran enormes, mi piel nueva, casi transparente, jamás tocada por el sol.

De pronto llegó desde muy lejos un hombre pedaleando en una bicicleta. Hizo un círculo que yo seguí con la mirada, y luego se detuvo frente a mí. Me dijo: "tienes que estar siempre contento". Luego me abrazó, me dio un beso y se quedó así por un tiempo. Finalmente se fue. Fue así que, en medio de la niebla, empecé a caminar hacia mi nuevo hogar.

martes, 15 de junio de 2010

Despedida de Roma


Era de noche. El cielo estaba un poco rosado, un poco manchado, cubierto de cables cruzados entre ellos que iban y venían por todas partes, cables de líneas telefónicas y cables de electricidad. Los truenos y relámpagos amenazaban con destruir todo de un solo golpe. La ciudad estaba completamente mojada y abandonada desde hace varios días, tal vez triste y luego enojada,  y sus habitantes muy inquietos, aunque no lo querían confesar.

Yo estaba afuera, en el balcón de un apartamento. Había tenido extrañas premoniciones sobre el fin del mundo que en ese momento me parecía verificar.Una señora en el balcón de junto salió a observar los cables también. Era una mujer muy corpulenta y llevaba puesto un camisón blanco con rayas azules. Estaba fumando. "¿Usted también lo está percibiendo, verdad?” Me dijo después de un rato, entre una fumada y otra.


-    ¿Qué cosa? - le respondí, porque, por miedo a verlas realizarse, no quería confesar mis sensaciones.

-    El fin. Algo va a pasar, estoy segura, un cambio de dimensión o algo así. El cielo se está abriendo. Es como la tapa de la cabeza de una ciudad que también tiene brazos y manos y que con sus dedos va a sacar, uno por uno, a sus falsos habitantes. ¿Usted es de aquí?

-    No - le dije-, seguramente yo seré de los que tendrán que irse. De cualquier forma siento que ya no me queda nada que hacer aquí. - Me acerqué más a la señora y, casi en el oído, le confesé: - Además creo que me  persiguen.

-    En ese caso me despido de usted y le deseo que tenga un muy buen viaje.
   
La señora del pijama a rayas lanzó el cigarro por el balcón y se fue a dormir.
   
Yo no tenía sueño. Desde que había comenzado esta tormenta, no había podido dormir bien. Entre un sueño y otro me pasaba que abría los ojos y, sin entender bien si estaba dormido o despierto, solo o acompañado, me bastaba imaginar que tres anillos de oro gigantes estrechaban mi cuerpo, y enseguida me sentía más protegido; solo así  había podido conciliar el sueño.
    
Ahora estaba en el balcón, mirando afuera, porque dentro ya no se podía estar. Respiraba el aire frío y, en vez de tristeza, comencé a sentir enojo, ganas de echarme a correr.
   
Un segundo después estaba en la calle, corriendo bajo la lluvia con unos  zapatos de colores japoneses. De pronto unos seres que yo había estado monitoreando por las noches y que sentía como malignos me devoraron y me hicieron perder el conocimiento.

miércoles, 9 de junio de 2010

Atardece en la ciudad color de plomo


 
Atardece en la ciudad color de plomo.

El aire contiene una especie de calor gris, la atmósfera está en una caja y por alguna parte algo se evapora.

Arriba, el cielo no se puede ver. Alguien asoma una mano gigante y, en la zona en la que todos estamos esperando el tram, deja caer una tableta blanca de algo efervescente.

Yo sigo inmóvil, con las piernas bien paradas y los brazos bien extendidos, sosteniendo con las dos manos un portafolio finísimo de piel. El portafolio es rojo, o violeta, pero aquí no se deja ver más que viejo y marrón.

Arriba, las últimas burbujas ya se van disipando.

Abajo, los niños intentan regresar a casa. Pero no pueden.

Sus cuerpos están hechos como de tubitos. Sus cabezas y manos son extremadamente grandes. Arrastran sin fuerza sus bolsas de la escuela. Tienen los ojos rojos clavados para siempre en las pantallas diminutas de sus teléfonos celulares.

Abajo, se oye el canto de una ballena gorda que ensordece todo, QUE ENSORDECE TODO, y la gente se echa para atrás.

Finalmente me subo a mi tram y dejo a los niños en una especie de más allá.

viernes, 5 de febrero de 2010

Death walks behind you

 


... Y yo camino detrás de ella
amenaza de vida
muerte de la muerte...